COMARE

EL SONIDO QUE CONECTA GENERACIONES.
DESDE EL CORAZÓN DEL REMEMBER, AL PRESENTE.
EL AYER Y HOY BAILAN JUNTOS.


MI HISTORIA

Del instinto al sentido. Del recuerdo al presente.


FILOSOFÍA MUSICAL Y PSICOLOGÍA DE PISTA

No mezclo canciones, mezclo emociones.


Mi estilo y evolución musical

Mi sonido, a dia de hoy y para siempre


MI HOME STUDIO

Donde empieza todo y nace lo invisible


conecta conmigo

Un puente entre tu mundo y el mio.


contacto

¿Contratación? ¿Colaboración? ¿Charlamos?


MI HISTORIA

Del instinto al sentido, del recuerdo al presente.

Mi nombre es Miguel, más bien conocido como DJ COMARE. Soy de un pueblo de la provincia de Castellón, y mi historia con la música comenzó en 1998. Siendo todavía un niño, recuerdo perfectamente la primera canción que sonó en mis platos Technics. Sentí que podía tocar la música con las manos. En ese instante, con dos platos delante, me di cuenta de algo que me marcaría para siempre: podía transformar lo que sentía, mezclar sentimientos y emociones, crear algo único… algo verdaderamente mío. Fue un flechazo inmediato, una conexión directa con algo que, desde entonces, ha dado forma a mi vida.
En mis primeros años, mi sonido estuvo marcado por el Dance 90s – 00s, Makina, Hardcore, US Hard House. Empecé a grabar mis primeros cassettes y fue una etapa de autoformación intensa, estudiaba mezclas sin parar y me pasaba horas afinando detalles que otros ni siquiera miraban. Muy pronto entendí que pinchar no era solo una cuestión técnica, sino algo mucho más profundo, era una conexión entre mi visión artística y las emociones del público. Siempre he sido meticuloso y cuidadoso con cada detalle y escojo cada canción con una intención clara. Me obsesiona entender por qué una melodía, un ritmo o una mezcla hacen que alguien baile, se suelte y llegue a sentir algo. Desde ahí, construyo sesiones que no solo hacen bailar, sino que cuentan una historia. Porque no basta con sonar bien… hay que decir algo.
Muy pronto comencé a actuar en pubs y discotecas de mi zona, y descubrí que esto no iba solo de poner música: iba de leer a la gente, de conectar con ella, de generar momentos que se quedan grabados. En aquella etapa forjé mi carácter musical, desarrollando un estilo propio que siempre ha buscado diferenciarse fusionando estilos que tengan sentido entre ellos, crear armonías y provocar la intensidad emocional que puede transmitir la música bien dirigida en el momento oportuno. Me convertí y lo sigo siendo 27 años después, en un observador incansable de cómo la música transforma a las personas en una pista.
En 2006 llegó uno de los hitos más importantes de mi historia como DJ, la oportunidad de participar en el concurso Operación DJ’s de la legendaria discoteca PIRÁMIDE, una de las más influyentes de Europa en su momento. De más de 200 participantes que grabamos un CD, yo fui uno de los 9 seleccionados para presentarme al concurso y actuar en directo en la discoteca PIRÁMIDE. Aproveché esa oportunidad al máximo, y tras 3 actuaciones en la sala, conseguí la victoria, lo que me abrió las puertas a actuaciones repetidas en PIRÁMIDE y más adelante a la actuación en dos ediciones del festival Summer Rave de PIRÁMIDE, compartiendo cartel con artistas como Javi Boss, Juanma, Skudero, Xavi Metralla, Pastis, Buenri, Miguel Serna, DJ Chumi, Batiste, Victor Conca, Javi Aznar, DJ Napo, Dany BPM, Raúl Platero, Jose Coll...

Fue un sueño hecho realidad, el actuar en una discoteca muy importante, poder hacer lo que sabía hacer, ver que conectaba y funcionaba, ver a tanta gente respondiendo a mi trabajo fue la confirmación de que todo el esfuerzo había valido la pena.
En 2011, impulsado por la inquietud de seguir creciendo, sentía que necesitaba explorar, experimentar, evolucionar, entender y estudiar nuevos géneros: Trance, EDM, Techno, Hard Dance…
Fue un periodo intenso, en plena ebullición del movimiento electrónico, justo en la época del auge de eventos como Tomorrowland. La escena vivía una gran inestabilidad musical, con una explosión de nuevos estilos, variantes y subgéneros. En medio de esa convulsión, logré encontrar mi equilibrio, construir un estilo propio y conectar con el público. Durante esos años los pinché en pubs y discotecas de mi zona, donde recibieron muy buena acogida. Fue una etapa de aprendizaje profundo y consolidación.
En 2019, empecé una nueva etapa, la producción musical. Después de años pinchando música de otros, quise construir la mía propia. Tras un largo proceso de estudio, aprendizaje y dedicación, en 2022 publiqué mis primeros temas con los sellos DNZ Récords y Mas Q Dance.
En 2022 abrí mi canal de TWITCH con la idea de compartir sesiones en directo desde casa, simplemente por pasión. Lo que empezó como algo íntimo, casi experimental, tuvo una respuesta inesperadamente buena. La gente conectó con mi forma de entender esto. A día de hoy, en 2025, he conseguido reunir una comunidad de más de 2.000 seguidores en Twitch y más de 5.000 seguidores en Instagram. Esa aceptación me demostró que lo que hago sigue teniendo sentido, también en el entorno digital.
Hoy, después de más de dos décadas dedicadas a la música, sigo con la misma pasión que aquel niño que puso su primer vinilo. Mi historia no es solo una sucesión de etapas, sino un viaje de aprendizaje, de conexión con la gente y de búsqueda constante de sentido. Cada paso me ha llevado a entender que la música no es un destino, sino un camino que sigo recorriendo día a día.

FILOSOFÍA MUSICAL
Y PSICOLOGÍA DE PISTA

No mezclo canciones, mezclo emociones.

A lo largo de los años, me di cuenta de que lo que realmente me movía no era solo pinchar música. Era entender por qué unas canciones hacen que la gente se mueva, y otras no. Qué hay detrás de una canción o una mezcla para que la gente baile. Por qué una mezcla, más allá de encajar en lo técnico, provoca algo.
Me he pasado la vida observando, estudiando, sintiendo y analizando como influye el ritmo, el carácter de una melodía, el orden en que se presentan las canciones, el momento en el que entra cada una, el tipo de bombo, el espacio entre los sonidos, los silencios como preparación para un nuevo despegue, las voces que no se entienden, pero se sienten, el poder de lo inesperado, cuando rompes la lógica de la sesión y la relación entre frecuencias y emociones concretas. Me di cuenta que eso influye en la percepción del todo y que hay canciones que funcionan para escuchar, otras para bailar, y que, si se colocan en el lugar justo y de manera correcta, consiguen ambas cosas. Entendí que la técnica, por sí sola, no basta, puedes construir una sesión perfectamente mezclada, técnicamente impecable, ecualizada con precisión, con una selección previa de canciones pulida al detalle… y que no conecte con nadie. Otras sesiones llenas de imperfecciones que, sin embargo, llegan directas al corazón. Aprendí que la música no responde solo a la perfección técnica y eso me hizo estudiar más allá. Sin ser perfecto en lo técnico, puedes crear emociones y llegar a las personas si sabes leer lo que necesita la música… y el público.
La música responde a algo más profundo, como la intención, el instinto, al alma que se pone en cada mezcla, a la emoción que la impulsa, a la historia que quieras contar, a la necesidad de decir algo sin palabras, al lenguaje no verbal entre DJ y publico sabiendo que el secreto no está solo en qué, sino en el cuándo, cómo y para quien.
Mi enfoque se basa en buscar ese equilibrio donde lo técnico, lo emocional y lo instintivo se cruzan. Donde no se trata solo de sonar bien, sino de hacer sentir, que cada mezcla tenga un propósito, que cada canción esté donde tiene que estar, no solo por cómo suena, sino por lo que provoca. Al final, la música que importa no es la que simplemente se escucha o se baila… sino la que se queda dentro. Eso es lo que yo intento construir cada vez que me pongo delante del público, vivir y sentir. Busco la forma de encajar todo en una sesión y en decidir si quiero que bailes, que sientas o ambas cosas.
He pasado tanto tiempo analizando lo que sucede en una pista como en mí. He observado, he sentido, me he preguntado en silencio… Y todo eso me ha llevado a desarrollar una visión muy concreta de cómo debe construirse una sesión. Después de años pinchando y analizando, he entendido que una pista de baile no es solo un sitio donde la gente se mueve. Es un espejo emocional donde la gente baila por muchas razones, es una especie de laboratorio humano donde cada persona reacciona distinto al mismo sonido. Lo que para uno es un subidón, para otro es ruido, lo que a uno lo transforma, a otro lo deja indiferente. Y ahí es donde yo he puesto el foco durante años, en entender por qué.
La gente baila por evasión, por diversión, para olvidar, para recordar, para vivir el momento, para conectar con otros y para reconectar consigo mismos… Pero no todos bailan igual, ni todos sienten igual.
Hago sesiones para conectar con la mayor cantidad posible de almas distintas al mismo tiempo, sin perder mi verdad. Para lograr eso, me obsesioné en observar, en tratar de entender cómo reacciona cada tipo de persona a una misma canción, qué se activa dentro, por qué hay quienes no bailan lo que es bailable, y otros que bailan lo que parece diseñado solo para escucharse.
Así nació esta visión, una especie de mapa emocional de la pista. Es un estudio profundo, observacional y humano. Una mezcla de filosofía musical, intuición escénica y psicología no escrita.
En esa búsqueda constante, también comprendí que no solo bailamos por razones distintas, sino que cada persona que habita una pista lo hace desde un lugar interior único. Con los años, he ido reconociendo patrones, maneras de moverse, gestos, actitudes, formas de conectar… o de no hacerlo. Me di cuenta de que, más allá de la música, hay perfiles y diferentes maneras de sentir, como si cada alma se expresara con su propio lenguaje corporal, emocional y en la forma de estar en la pista.
Cada una de esas formas de estar me ha enseñado algo. Todas juntas, en su diversidad, forman un ser conjunto de una pista. Y no solo eso, también han moldeado mi manera de entender la música. Descubrí que en toda pista de baile conviven perfiles muy distintos.
Observar durante años estos perfiles no fue una simple curiosidad, fue un aprendizaje profundo, porque cuanto más entendía las distintas formas de sentir, más claro tenía que mi misión no era solo hacer bailar, sino lograr que cada uno pudiera encontrarse en algún punto de la sesión. Esa necesidad de conectar con distintas almas al mismo tiempo me llevó a adaptar mis sesiones con una conciencia distinta y saber a quién tengo delante, cómo escucha, cómo siente, qué lo activa, qué lo apaga… comprender a las personas que existen en la pista me ayudó a construir sesiones más humanas, más vivas, más reales.
Cada uno con su manera de estar, de recibir, de resistir, de entregarse. No todos bailan igual, ni sienten igual. Y todos ellos, de alguna manera, están ahí por algo.
A continuación, comparto esa galería de almas que he ido reconociendo con el tiempo. No es una clasificación cerrada. Es una observación viva y un retrato del alma colectiva que se forma en cada sesión.
-Hay quienes analizan cada mezcla con atención, la entienden, la esperan. No bailan cualquier cosa, solo bailan si les convence o les ha gustado la mezcla.
-Hay quienes no analizan, solo sienten. Se dejan llevar por la música, sin preguntarse nada. Viven el ahora, y lo bailan todo.
-Hay quienes hablan, graban vídeos, se distraen, como si la música fuera solo un fondo bonito para su noche social. Lo bailan todo o nada.
-Hay quienes necesitan una copa de más para soltarse, pero cuando lo hacen, se entregan con todo.
-Hay quienes buscan protagonismo. Bailan para ser vistos, no para sentir. Su conexión es con el público, no con la música.
-Hay quienes sienten la música como si les hablara directamente. No necesitan estímulos externos, porque cada canción les dice algo que solo ellos sienten. Lo bailan todo.
-Hay quienes se sienten libres, no buscan aprobación ni siguen tendencias. Bailan como si nadie los viera, incluso aunque los estén mirando.
-Hay quienes no paran de buscar el drop, el subidón. Solo bailan eso.
-Hay quienes solo conectan emocionalmente con canciones que les trae un recuerdo o una herida.
-Hay quienes se adaptan al ambiente. Si la pista está full, ellos también. Si la pista decae, desaparecen. Su conexión depende del entorno, no de sí mismos.
-Hay quienes van a la pista o al festival como si fuese un templo. Sienten respeto, se entregan, llevan la semana pensando en la fiesta y la recuerdan después.
-Hay quienes no entienden qué está sonando, pero aun así lo sienten, lo bailan todo.
-Hay quienes analizan todo, escuchan con lupa y valora la técnica, la música, las mezclas… Son los que perciben los pequeños errores, son DJ’s. Pueden bailar o no.
Y a pesar de todo esto…
De haber dedicado años a observar, a sentir, a descifrar lo invisible, estudiando lo que no se ve… De haber entendido que una pista de baile no es solo un lugar, sino un espejo colectivo… De haber identificado patrones, gestos, miradas, modos de estar y formas únicas de habitar una pista… De haberme roto la cabeza para entender cómo dirigir mi música no solo a los oídos, sino a las personas… De haber afinado cada mezcla con intención, con conciencia, con mensaje… Sigo sabiendo que la mayoría solo escucha lo que sale por los altavoces. Que muchos no perciben todo esto que intento transmitir, todo lo que hay detrás. Que, en medio del ruido, de las luces, del consumo y de la evasión, muchas veces, el mensaje se pierde… Lo acepto y, aun así, seguiré construyendo desde ese lugar tan profundo, porque para mí, la música no es solo sonido, es una forma de comunicación silenciosa. Y aunque no todos escuchen, quien escuche… que lo sienta y no pueda olvidarlo.

MI ESTILO Y EVOLUCIÓN MUSICAL

Mi sonido, a día de hoy y para siempre

Hubo un tiempo en el que ser DJ no era una moda, ni un atajo, ni un filtro de Instagram. Era un camino de disciplina y de fe en la música. Cada vinilo había que buscarlo, encontrarlo, comprarlo y cuidarlo como un tesoro. Pinchar era un oficio duro: dos giradiscos, una mesa de mezclas y horas infinitas de práctica. No había sincronización automática ni loops perfectos; todo dependía del oído, del pulso y de la paciencia. Muchos lo intentaban y se rendían; algunos incluso terminaban vendiendo sus platos al no poder dominar la técnica. Y quienes perseveraban, los que conseguían domar la aguja sobre el surco, esos sí que valían.
Con la llegada de lo digital, el mundo dio un giro. La música empezó a caber en un pendrive, los programas hicieron posible lo que antes era un reto técnico, y las cabinas se llenaron de controladores con botones que simplificaban el arte. Hoy cualquiera puede empezar a pinchar en cuestión de días, descargando música en segundos, mezclando con software que corrige los errores que antes costaban años de aprendizaje. La barrera se derrumbó y se diluyó parte del valor de ese esfuerzo artesanal. Para los DJs de vieja escuela, adaptarse supuso aceptar que la técnica ya no era un filtro natural, y que el verdadero peso estaba en otra parte: en la selección, en la narrativa, en la capacidad de emocionar. Para el público, la experiencia también cambió: antes había una mística en ver a alguien batallando con dos discos, un respeto ganado a base de esfuerzo y errores.
Esta es la historia de cómo la música pasó de ser un arte de unos pocos a un “arte” de muchos y hoy lo que importa no es tanto cómo lo haces, sino qué haces sentir.
En la actualidad, me inspiro en la música REMEMBER 90s y 00s, que fue el punto de partida y marcó a toda una generación, pero con una visión más clara y profunda después de todo lo aprendido. Mi estilo actual combina géneros como el REMEMBER 90s - 00s, HARD DANCE, HARD TECHNO y TECH TRANCE actual. Pero más allá de etiquetas, lo que busco es crear algo que tenga identidad, que hable de mí y que hable con el público. No me quedo en la nostalgia, la transformo, la actualizo, la reinterpreto, la traigo al presente con una mirada que respeta su esencia de lo que fue antes pero que también habla con el hoy. Creo un puente entre generaciones, entre la nostalgia y la actualidad. En cada sesión busco ese equilibrio entre memoria y novedad, entre lo que fuimos y lo que estamos siendo.
Soy muy consciente de que hoy hay gente joven en la pista que no vivió esa época, y por eso me esfuerzo en construir un todo entre generaciones. Quiero que todos puedan bailar sin perder la autenticidad de ese sonido que nos marcó, el REMEMBER 90s y 00s.
Lo que ofrezco son sesiones musicales donde cada tema está elegido por una razón, cada mezcla tiene una intención y responde a una emoción que siento en directo. Es una visión, un sonido propio, pensado, algo que no se construye en un día, sino en décadas de pasión, observación y dedicación. Porque al final, esto va de eso, de música, de conexión y sentimientos de verdad. Me obsesiona crear experiencias y quiero que quien me escuche sienta la esencia de los años 90s y 00s, aunque no la haya vivido. Y al mismo tiempo, que quien vivió esa época, vuelva a sentirla con la misma intensidad, pero con una mirada del ahora.
Intento mantener un equilibrio: respeto el pasado, pero no dejo de mirar hacia delante. Cuido cada mezcla, cada canción elegida, el tiempo que va a estar sonando, como sonará…. Quiero que los que están en la pista, sean jóvenes o veteranos, bailen al mismo ritmo, sin importar la edad. Mi objetivo a día de hoy es conectar generaciones desde el corazón del REMEMBER al presente y que el ayer y hoy bailen juntos.
Cuando hablamos de “REMEMBER” mucha gente lo confunde con un estilo musical, y no lo es. El REMEMBER no es un género como el Trance, el Techno o el House. El REMEMBER es simplemente una etiqueta que se utiliza para dar nombre a una fiesta en la que se ponen canciones de una época pasada. Es un concepto que se basa en la memoria, en lo que cada persona vivió en su momento, en lo que le marcó.
El problema es que cuando decimos “REMEMBER 90” o “REMEMBER 2000”, estamos metiendo en un mismo saco toda una década, como si todo sonara igual. Pero cualquiera que haya seguido de cerca la música electrónica sabe que dentro de una década hubo muchos cambios. No suena igual la música del 90 al 94 que la del 95 al 98, ni la del 99 al 2000. Cada periodo tiene su propio carácter, sus propios sonidos, su propia forma de entender la pista.
En los primeros años de los noventa la electrónica era simple y directa. La música estaba construida sobre patrones repetitivos, con bases rítmicas claras y estructuras fáciles de seguir. No había un exceso de capas ni de efectos y lo importante era el impacto inmediato. Los sintetizadores se usaban de forma limitada, casi rudimentaria, y aun así lograban crear un sonido que definía la época. El Eurodance, el Techno, el EBM y el Synthpop eran los géneros que marcaban el rumbo, cada uno con su forma de entender la pista: energía repetitiva, voces puntuales y un sonido más mecánico que emocional. Todo giraba en torno a la efectividad y a que la gente conectara rápido con el ritmo.
A mediados de los noventa todo empezó a cambiar. La música se volvió más melódica y con más presencia vocal. Se buscaba enganchar con estribillos cantados, con frases que la gente pudiera recordar. Los temas ya no eran tan secos ni tan repetitivos y aparecieron construcciones más cuidadas, con arreglos más detallados y con un enfoque más emocional. Aquí nacen muchas de las “cantaditas” que todavía se recuerdan, porque representaban la unión entre la fuerza del bombo y la cercanía de la voz. Fue la época en la que la electrónica empezó a buscar no solo que la gente bailara, sino también que sintiera.
Y en el tramo final de la década ya estábamos entrando en sonidos mucho más producidos, con mayor calidad y con influencias de estilos que se estaban consolidando. Las producciones ganaban en complejidad, combinando capas de sintetizadores más elaboradas, efectos más precisos y un trabajo de arreglos mucho más cuidado. Los bombos seguían siendo potentes, pero ahora acompañados de melodías más envolventes y de líneas vocales que empezaban a jugar un papel protagonista. Surgían subgéneros y fusiones que marcarían el camino de los 2000, y las pistas de baile comenzaban a experimentar sensaciones distintas: no solo energía, sino también emoción y narrativa musical. Este periodo fue clave para que la electrónica dejara de ser únicamente un sonido mecánico y repetitivo, y se convirtiera en una experiencia más rica y diversa, capaz de generar recuerdos y sensaciones que perduran hasta hoy.
Y a partir del año 2000 nacen muchísimos subgéneros. La música se multiplica, surgen bombos distintos, melodías nuevas, fusiones de estilos… podríamos entrar en un bucle infinito tratando de explicarlo todo. Pero yo no voy por ahí. Me quedo con lo que sé mover en la pista, con lo que realmente funciona y conecta: Mantener la esencia del REMEMBER de los 90 y del Dance del año 2000 fusionado con el Hard Dance, Hard Techno, el Tech Trance actual. Ese es mi punto de encuentro entre aprendizaje, experiencia y público, lo que me permite construir sesiones que no solo suenan, sino que cuentan algo y hacen sentir.
Entonces, ¿qué pasa? Que cuando en una fiesta ponen “REMEMBER 90”, lo que realmente se está recordando no es una década entera, sino el momento concreto que la gente vivió en esa década.
Un chaval que empezó a salir en 1993 no va a recordar lo mismo que alguien que empezó en 1998. Para uno, el impacto de las primeras producciones más rudimentarias será lo que le emocione; para otro, lo que le conecta son esas voces y melodías que estaban de moda a mediados y finales de los noventa. Y ahí está el papel del DJ.
Como DJ, no se trata de poner canciones “de los 90” en general, sino de entender qué parte de los 90 es la que conecta con el público que tienes delante. Tienes que leer qué generación es la que está en la pista y qué recuerdos lleva grabados. Porque el REMEMBER no va de géneros ni de estilos: va de memoria personal y colectiva.
Por eso, cuando alguien dice “hazme una sesión REMEMBER”, en realidad te está pidiendo que construyas un viaje que toque las vivencias de la gente. Y ahí es donde entra la reflexión: el DJ no solo mezcla música, mezcla recuerdos. Tiene que decidir si va a tirar hacia la primera mitad de la década, más seca y directa, o hacia la segunda mitad, más melódica y vocal, o si va a cruzar ambas para generar un contraste.
El REMEMBER no es un estilo, es un espejo del tiempo. Y como DJ, tu responsabilidad es elegir en qué parte de ese espejo se va a mirar la gente esa noche.

MI HOME STUDIO

Donde empieza todo y nace lo invisible

Aquí en este espacio aparentemente común, han ocurrido cosas que han marcado mi forma de entender la música para siempre. Entre estas paredes, han nacido ideas, mezclas, sesiones y búsquedas profundas que han marcado mi forma de entender la música. Aquí es donde paso horas escuchando temas que quizá nunca ponga, aquí he dudado, me he obsesionado, he cerrado los ojos con auriculares puestos, he imaginado cómo reaccionaría la gente si lanzo esa mezcla en mitad de una sesión. Aquí no solo practico, aquí pienso, disecciono, experimento e intento entender lo invisible. Es el lugar donde busco música durante horas y por estos altavoces han pasado miles de canciones, algunas terminaron en un set en directo, otras se quedaron aquí, archivadas, descartadas o simplemente olvidadas. Pero todas me han enseñado algo.
Estas paredes han sido testigo de mi obsesión por encontrar respuestas. He pasado horas, días, años, de pie y sentado entre estas paredes tratando de entender cómo reacciona el ser humano al sonido, qué activa el cuerpo, qué activa el alma… Eso no se puede explicar, se siente. De aquí dentro salen todas las sesiones que después escuchas y nacen las preguntas que nunca dejo de hacerme. Es un laboratorio donde se cruzan emociones, técnica y una búsqueda constante.
Pero no todo se aprende entre paredes, también he salido ahí fuera y he sido público. He estado en festivales, en clubs, en eventos, en sesiones privadas y escenarios enormes. Y allí, mientras los demás bailaban, yo observaba. He ido como DJ, como público, como observador silencioso. En cada uno de esos sitios he intentado encontrar las respuestas que aquí, entre estas paredes, no aparecen. Fuera del estudio he visto cómo una canción puede cambiar el estado emocional de miles de personas en segundos. He observado cómo los cuerpos responden, he estudiado la pista, he estudiado a la gente y también me he estudiado a mí mismo.
Mi trabajo como DJ no es solo que la pista no se vacíe. Mi verdadero reto es que se llene de sentido, tocando algo dentro de quien esté dispuesto a escuchar. Si lo consigo, todo lo que ha nacido aquí dentro… habrá valido la pena. Porque ser DJ no es solo pinchar, es entender, es observar y es hacerse preguntas.

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